martes, 6 de septiembre de 2016

CARTAS A ROMA XI .- PLUBIO


Mi admirada espartana, Ylena Diosa de los Desamparados:



Me permito este atrevimiento.
El de nombraros como el pueblo os llama.

Sé que negáis vuestros dones
Que os apena que la gente crea más en vuestras dotes adivinatorias o vuestra capacidad de hacer milagros sobrenaturales, que en si mismos y la capacidad de sus corazones

Más hoy soy plebe
Soy carne 
Soy polvo. 
Soy hombre

No el doctor formado 
Acreditado por nobles ilustrados 
Criticado por mis colegas, por incluir vuestras curas en mis pacientes.

Y soy pura osadía.
Sé cuanto os gusta la franqueza.
Así que sigo con mis licencias. 
Las que se me otorgaríais si estuvierais aquí.

Comparto mis sentimientos con vos, como vieja amiga, como confidente de estos años en que ambos luchamos a brazo partido contra esta absurdidad de la guerra.
Ambos somos personas de paz
Obligados a pelear.
Defender la paz implica luchas.
Es una lucha constante.
Amar implica luchas.
Luchas errantes.

No quiero luchar en esta, mi guerra de amor, sólo.



Soy un hombre de ciencias.
Nunca creí nada que mis ojos no vieran, que mis manos no tocaran o mi mente no entendiera.
Conoceros fue abrir la puerta a algo tan desconocido como intrigante.

Ya no me hago preguntas.
Sois y estáis.

Como médico he podido salvar algunas vidas. 
A veces, arrancándolas de los mismos dientes de la muerte.
Otras, me las han arrebatado de las manos cuando creía haber salido victorioso.

En estos tiempos no se puede decir que no crees.
Ni en Dioses ni en ese Mesias.
!Tantos Dioses y pierdo niños entre mis brazos!
Pobreza, sangre, injusticia, caos, desolación...
Temí volverme loco 
Lo hubiera hecho sino os hubiera conocido.
¿Cómo entender que aceptaríais con tanta solemnidad este duro destino?
¿Cómo comprender que podías saber más que el resto de los mortales ?
¿Y que esa sabiduría vuestra fuera ancestral?
Compartida y transmitida.



Recuerdo vuestro primer encuentro con mi querido amigo Marcus.
Os sentaron juntos en la reunión. 
Táctica clara del senador que pensó que vuestras diferencias y caracteres opuestos harían que no os aliarais.
Sorprendisteis a todos con vuestra cordialidad, con la discreción y los argumentos que defendisteis, para mi deleite, conjuntos.
Unidos.

No me considero romántico ni fácil de emocionar, pero me gustó veros 
Quise veros así por siempre.
Tan felices, risueños, jóvenes y valientes.
Brillando radiantes.
Poderosos.

El romano ya estaba divorciado de Annia. 
Me atreví entonces a adivinaros un futuro juntos 
Me sobrecogía la excitación.

Quiero a Marcus como a un hermano. 
Crecimos en la misma casa. 
Su matrimonio fue un enorme error.
Se enamoró pero no supo comprenderle ni aceptarle. 
Vos sin embargo...

Perdonadme, os lo ruego, pero me hunde la rabia de veros separados, distantes, cuando nacisteis el uno para el otro.
Puedo oír vuestros susurros cuando bajabais por la escalera. 
Con esa complicidad que siempre os he envidiado.
Que absurdo que este loco amigo mío os haya dejado escapar.
Que hombre tan valiente no haya tenido el valor de adentrarse en el verdadero Amor
Y aquí llegamos al verdadero motivo de mi carta.
El de adentrarme yo en esta senda donde algunos como vosotros, acabáis perdidos y dolidos.

Amo a Savia.
No se si los sentimientos de la tracia hacia el romano son de agradecimiento y cariño, o si albergan un sueño romántico. 
No podemos evitar sentir, bien lo sabéis.

Sé cuales son los míos.

Soy consciente de que le doblo la edad, de que con su belleza y su preparación serán muchos sus pretendientes. 
Hombres más jóvenes. fuertes y guapos que yo. 
Poco tengo que ofrecerle.
La vida de un médico 
Mi deseo de establecerme algún día en alguna aldea lejana donde podamos promover la paz y el equilibrio Como vos me enseñasteis.

Es posible la utopía.
Quiero la ilusión.

Por ello, me permito la licencia de rogaros que ahora que sus heridas han sanado la dejéis en nuestra hacienda. 
No sólo para completar sus enseñanzas, sino para darme la oportunidad de que me conozca mejor y sepa que mi única pretensión es cuidarla y respetarla.

Conozco su pasado. 
Fui yo quien curó sus heridas físicas cuando Marcus la trajo
Fuisteis vos quien cuidó las heridas de su alma.
Es una mujer sana y fuerte
Totalmente recuperada de esas misteriosas fiebres que casi nos la arrebatan y a la que seguro vos habéis puesto nombre y razón.
Quiero pensar que eran una segunda oportunidad para devolverla a mis cuidados.
Cuando la primera vez me faltó el valor.

Esta vez, no dejaré pasar la ocasión. 
Aunque respetaré sus deseos y voluntad.
Si niega mis galanteos, torpes con mi poca experiencia, no la molestaré.
Seguiré cuidándola con todo el amor que le profeso.
Con igual devoción.

Me duele acabar esta carta con la opinión tan personal que os expresaré ahora, pero por primera vez oso deciros que no esperéis más al romano señora.
Lleváis años despidiéndoos sin que ninguno de los dos abandone su posición.
El de indecisión y vos de solemne espera

Conozco a Marcus y no cederá.
No se acercará.

Merecéis ser amada y cuidada por un hombre que esté presente.
basta de largas ausencias y silencios.
Savia me ha contado cuanto sufrís en vuestro callado aislamiento.
Mientras lo hacéis, él vive.
Es la dura realidad.
El romano es así.


Vuestro recuerdo no frena sus días y paraliza los vuestros.
Estáis empeñada en que lo veréis llegar por mucho que lo neguéis.
No sucederá.
Vendrá, volverá y reanudará su marcha.
¿Os ama?
Puede que si, puede que no
Puede que a su manera
Puede que no sepa amar
¿Qué importa?
No hay amor en el abandono. Se acaba
Se transforma

Le quiero, no lo dudeís, pero hace mucho que dejé de esperarle.
Nadie le espera ya.
Escogió vivir así.
No lo esperéis Ylena.
Os matará el corazón.
No malgastéis vuestros años, por un fantasma que corre de batalla a batalla para esconder su miedo a la vida.
Vos sois vida.

Madre de los desamparados.
Vivid esta vida espartana
Las demás están aún lejanas.




La lógica puede resultar una gran ayuda
O un gran enemigo



lunes, 29 de agosto de 2016

MALENA 3.- EL ENCUENTRO



La mujer pasea la mirada por las mesas de la terraza del restaurante deteniéndose en cada una de ellas, con una tranquilidad curiosa, objetiva.

Alberto la observa concentrado más en su actividad que en su belleza.

Después de cinco días luchando por conseguir el contrato y harto de reuniones inútiles, se siente aburrido y frustrado.

Tras observarla un rato con indecisión, un impulso que no reconoce le levanta.
Se dirige a ella con determinación.



-Hola –la saluda.

Queda mudo, cortado al observar sus ojos, de un gris azulado. No es muy dado a la poesía, pero ve en su mirada un cielo nublado, que amenaza lluvia. Una lluvia tan suave como parece su piel.

-No pretendo asustarla, pero la he visto aquí sola, vacilante. He pensado que quizás le gustaría cenar conmigo –le dice cuando recupera el habla. 

-¿Cómo sabe que estoy sola? –responde ella.


Su voz es mucho más grave de lo que esperaba. Rasgada. Se sorprende de nuevo y vacila dando un paso atrás. No sabe si retirarse. La ha ofendido. 

-Lo estoy –le dice, extendiendo su mano para sujetarlo con delicadeza el hombro antes de que marche-. Me llamo Malena. Encantada.

-Alberto –responde él mecánicamente.

Ambos se quedan parados mirándose en medio del salón. 

Ella mantiene su mano y él empieza a dar otra óptica a la situación. Igual no es una turista. Podría ser una profesional, de una prostituta. La evalúa con atención. Es espectacular. Es muy alta, quizás metro setenta y cinco.

Su melena negra rizada y larga enmarca un rostro de expresiones suaves, dulcificado aún más por el gris de sus enormes ojos. Las largas pestañas abanican sin cesar como si llamara a un insecto. Él es el insecto, y quiere dirigirse exactamente hacia esa tela de araña, a esos labios rosados y carnosos. Los pómulos altos le dan una altivez que se opone a la ternura del rostro, indicando una fuerza de carácter escondida. Sugiere fuego. El conjunto es demoledor.

Su cuerpo es atlético y delgado. Lleva un vestido anudado al cuello. De color verde esmeralda Un color muy fuerte para la blancura de su piel, pero que aún resalta, más su delicadeza. Sus pechos se ven pequeños y firmes, debe tener unos veinte pocos años, quizás treinta. No es una niña. Madura, inteligente y segura. Es una mujer acostumbrada a despertar el interés masculino y sabe manejarlos.



Se despeja unos mechones del rostro y le sonríe con nerviosismo.

-Quizás deberíamos empezar de nuevo, ¿qué te parece? –Pregunta él con ansiedad no disimulada-. Si estás sola, podríamos cenar juntos.

-Creo que eso no es empezar si no ir al grano –ríe ella-. Pero si, estoy sola, y tengo que cenar, así que acepto encantada.

Alberto asiente con cortesía dispuesto a desplegar sus encantos. No suele estar acostumbrado a hablar con mujeres tan hermosas y menos a intentar seducirlas, porqué eso es lo que quiere, llevarla a su habitación. Se inquieta ante este nuevo pensamiento, pero lo siente tan certero que le resulta imposible disimularlo. 

La desea.
Desea a una desconocida con nombre de tango.


Lejos del principio, ¿estás más lejos del final?


martes, 16 de agosto de 2016

AJENA


Ajena mi alma,
tus momentos
Aliena insistencia
tus silencios
Rauda metamorfosis
tus misterios



Aún desconozco tus curvas
Suspiros que dejé en tu boca
Amarga ausencia que no llena

Loba de historias pasadas
Leona fui en las estepas
Dragona de tus caderas




Hoy dama indígena
Niña que rechaza penas
Más mujer, menos fiera

Con hechizos ruego a la luna
Que no vuelvas y me hieras
Que si me quieres tener 
Con lamentos no me llegas

Que risa me dan tus promesas
Que pena me da tu carencia
Que poca ilusión pusiste
Que rápido pasó la fiesta

Mira como esta guerrera
Ya no llora más 
Mansa espera las horas
Las horas pasan ajenas




Alta crecí sin verte
Ciega esta suerte mía
No me tengas presente
Sino entras en mi vida




martes, 9 de agosto de 2016

CARTAS A ROMA X.- ADIÓS


Mi querido amor, mi cielo:


Solías decir que tengo demasiada imaginación.
Que la fantasía me ocupaba demasiado espacio.

Te hablé de la dualidad.
Te desnudé mi alma mientras oraba por mostrarte mi cuerpo.
Me decías que dejara de soñar.

Te decía que sin sueños sólo tengo bocas que alimentar,
Corazones que consolar
 Cuerpos tristes que abrazar

Mis historias eran tristes
Aun así aprendí a hacerte reír.

No te hablé de mis largas noches de soledad.
Del inmenso dolor de tu ausencia.
De cuanto añoraba tu barba
Su tacto en mi cuello
En mis mejillas



Acariciada por mis manos
Manos pequeñas
Manos que cavan la tierra
Manos que tocan el aire
Manos que deploran tu tacto

Mi querido Merlín dice que el amor no existe.
Que es un juego de niños donde idealizamos al otro
Le dotamos de cualidades especiales que inventamos.

Amamos un espejismo.
Al comprender que no existe caemos en la desolación, en el desengaño

Puede que tenga razón.
Puede que por eso sigo amándote con esta desesperada angustia.
Por qué no te tuve

No pudiste enseñarme que estaba equivocada.

Me has dado motivos para que te dé la espalda.
Me sobran pruebas de cuánto me ignoras.

Nadie creerá mi promesa de amarte por siempre.

Hasira me saca la lengua cuando me encuentra melancólica
En tu recuerdo, errante
Se burla de mi inocente empeño.

-“Hay demasiados hombres como para que llores por uno”-. Me dice rabiosa con mi abatimiento.

Razonable.
Tan razonable como tú, amor.
No son tú.
No lo son.
Y tú, no estás.

Irrazonable.
Irrazonable como yo, amor.
Eres tú.
Sólo tú.
Y tú, estás en mi interior.

Aunque sea por este empeño ilógico de llevarte conmigo.
Aunque sea por mi cabezonería en permanecer.
O la imposibilidad de escapar a este destino mío del cual te mofas con tanta altanería.

Y hasta eso, adoro en ti.

Intento decirle a Savia que no te escriba.
Mandé una paloma a Montaña para que le advirtiera, que mi único deseo era su recuperación
Que mientras esté convaleciente, yo misma te informaría de mis avatares.



Cuando podamos hablar le diré en persona algunas verdades que ignora o pasa por alto.
Es justo que conozca la verdad y deje de juzgarte por un abandono que sólo nace en su cabeza.
Pues tú nunca me abandonaste.

¿Cómo dejar lo que no se tiene?
¿Lo que no se ha tenido?

¡Ay amor, como amé nuestro espejismo!
¡Ay amor, cuanto lo amo aún!

Es culpa nuestra, que juguemos a este estúpido juego, con la comodidad de que Savia refleje en sus cartas los sentimientos que nuestros labios sellan tan celosamente.

No fue justo para con ella.
Que sufrió por ambos.
No fue justo para nosotros
Que nos acostumbramos a utilizarla para ponerla a nuestro lado
De espaldas al otro.

Nuestro orgullo impide que nos preguntemos directamente si querremos saber del otro.
Mitigamos esta necesidad a costa de su afán en agradarnos.

Intentaré que comprenda que si no estás conmigo es por tu decisión y que yo lo respeto.

Llegamos demasiados cansados a la vida del otro.
Si yo hubiera llegado antes que tú Annia.
Si tú hubieras llegado cuando yo además de soñar, me dedicaba a perseguir mis sueños.

Demasiado tarde
No teníamos oportunidades
No hubo más que encuentros
Fugaces, efímeros y durables

Yo los convertí en eternos y sé que tú también.
Es más fácil vivir con lo que no ocurrió que arriesgarnos a perdernos en este laberinto de obligaciones y demandas que acucian a los amantes.

Ya no respondes ante nadie Marco, salvo ante tu emperador.
¡Cuánta suerte ése César al que consagras una vida que no le pertenece!
Tampoco me pertenece a mí
Ni a ti, por mucho que te empeñes en tu sueño de libertad.
Ningún hombre es libre.
Solías decirlo tú mismo, pero Savia tiene razón.
Tus esclavos aún lo son menos.
No te engañes pensando que les proteges o que deciden.

No hablan mis Dioses ni mi corazón ni mis espíritus.
Te habla mi cabeza.
No hay libertad en las cadenas, sólo aceptación.

Mi corazón te hablaría de recuerdos.
Mi alma de los sentimientos que me despertaste.
Mi cuerpo de cuanto te deseo.

Todo está allí.
Al girar la cabeza.
Tan próximo…
Tan lejos…

El río.
Mi risa.
Tu azoro.
El río.
Tu risa.
Mi azoro.

Vuelvo a menudo.

Bajo de mi caballo.
Me frustro
Me entristezco
Me enfado

No puedo acercarme al lugar de nuestro primer encuentro.
Hay tantas cosas que no puedo hacer.

Quisiera ser como tú
Que no me doliera tanto amarte.
Quisiera ser mejor de lo que soy, para dejarte ir por fin
Buscar un buen compañero
Pasar el resto de mis días dejando que me mimen
Me hagan el amor.

Necesito creer que el amor existe
Que lo tendré y no decepcionará

Savia me ha comunicado su deseo de quedarse como aprendiz de tu médico.
Está deseosa de aprender su ciencia para completarla con los conocimientos que mi viejo hechicero le enseña
Será una buena sanadora.
Sus manos no fueran hechas para dar muerte, como piensas
Sino para dar vida, como le enseño.

Ella también te ama.
No sufras, no hay competición entre nosotras
No nos separará amarte
Primero por qué no serás para ninguna de las dos y segundo porqué si lo fuera seriamos tan felices de ver que entregas tu corazón a una mujer, que eso nos consolaría.

No volveré a escribirte.
Savia tampoco, al menos hablándote de mí.
Así se lo pediré.
Ella es libre de mantener correspondencia con quien quiera, pero libérala de la promesa que te hizo de contarte como estoy.

Quiero acabar con estas eternas despedidas.
No hemos dicho adiós demasiadas veces para una sola vida.

Estoy cansada.

Tú eres hombre de pocas palabras y menos letras.
Sea pues romano.

Amor sigue con salud y fuerza.
Sigue despacio o deprisa.
Conquista o mata
Lucha o descansa
Pero respira, hasta que yo deje de hacerlo.
Es cuanto te pide ésta, tu espartana
Que no vea llegar tu cuerpo sin vida sobre tu escudo.
Si fuera así...
¿Qué sentido tuvo dejarte ir?
¿Cuánto costará mi renuncia?


No vivo en un sueño
Sólo sueño con vivir mis sueños



lunes, 8 de agosto de 2016

RESEÑA "TODAS LAS VECES QUE SE NOS CAYÓ EL MUNDO" DE JAVIER BARBA GARZÓN


Hola a todos:

Hoy me gustaría hablaros de un libro muy especial y muy esperado para mí,
"Todas las veces que se nos cayó el mundo" de mi querido y admirado, Javier Barba Garzón
Durante estos últimos años, si un día no puedo leer uno de los relatos de Javier, me falta algo
Ahora tengo la suerte de tener en mis manos un compendio de los personajes a los que tanto amo.
Ellos son una parte de todos nosotros o muchas partes partidas en líneas.
Unas líneas que rezuman prosa poética.

En el blog:
http://javierbarbagarzon.blogspot.com.es/

Vienen acompañadas de canciones que conectan con la historia o la inician, siguen o acaban en ella; así que me preguntaba si quedarían incompletas, más no es así, juntas o solas forman música.
Suelo encontrar en la escritura de Javier una melancolía dulce, embriagadora y absolutamente, adu¡ictiva, con mucha diferencia de decir que es un libro de historias triste, no lo es.
Ese sabor agridulce te acompaña en las lecturas, pero queda el atisbo a la luz y la esperanza.
Queda la humanidad, la lucha, la continuidad y el Amor en muchas formas y realidades.
El sentmiento no te deja indiferente, te toca, te palpa y si lo paladeas, te acaricia
No te pierdas esta oportunidad de conocer a sus personajes, vas a quererlos, vas a comprenderlos y sobre todo, querrás saber más de llos, son una familia y son nosotros.
Son únicos a su vez.



Una auténtica maravilla que os recomiendo, como os explico en este breve vídeo




Podeis encontrar el libro de Javier Barba Garzón, en el siguiente enlace de Amazon:
https://www.amazon.es/Todas-las-veces-cay%C3%B3-mundo/dp/8491269088/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1470750247&sr=8-1&keywords=las+veces+que+se+nos+cayo+el+mundo


Gracias a todos y muy feliz verano amigos




lunes, 27 de junio de 2016

MALENA 2.- NOMBRES



“Malena, no será su nombre” –se dice.

Cuando se conocieron hace diez años, él tampoco le dijo el suyo. 
Después comenzó a revelarle secretos.
 A confiar.
 No creía que hubiera algo que ella no conociera. 
De hecho, era la persona que más sabía de él.

Alberto, sin embargo, seguía ignorando.
 No sabía ni lo más básico, como su verdadero nombre, su edad, si estaba casada, si tenía hijos.



Creía que tendría algún trabajo que no estaba relacionado con la prostitución, porqué limitaba sus citas  a unos horarios que en su día puso como condición.
 Había intentado preguntarle, sonsacarla con trampas, cambiar de fechas para escuchar sus escusas.
No caía en sus emboscadas.
Mantenía el mutismo.

En un principio pensó que eso acentuaba su misterio.
Ahora estaba molesto.
Quería traspasar la barrera y resultaba imposible.
 Estaba frustrado, enfadado.
Pero lo paralizaba su miedo a perderla.
 Intuía que si la presionaba, desparecería. 

-¿Acabas ya? –le pregunto más brusco de lo que pretendía, azotado por la impotencia a la que le habían conducido sus pensamientos.

-Si tienes prisa puedes marcharte –responde tranquila-. El conserje no tiene prisa, me permite quedarme el tiempo que quiera. Ventajas de ser vieja en la profesión.

-¿Es eso una ironía? –la pica buscando provocarla. Odia esa pasividad con que le trata después de la intimidad compartida. Es como una traición a lo que han compartido.

-Nunca soy irónica, quizás algo cínica, pero siempre sincera –contesta ya concentrada en él y adoptando la postura defensiva que Alberto conoce tan bien-. ¿Buscas pelea querido?

-Busco emoción, sentimiento, hasta un poco de amor. No estaría mal. Y sobre todo busco comprender, entender, saber… -Baja la mirada derrotado antes del combate.

-Buscas demasiadas cosas que no puedo darte –aclara ella suavemente-. No me gustan estas escenas. No quiero perderte como cliente. No es sólo dinero. Te tengo aprecio. Pero puse unas normas. Son las mismas para todos y evitan estas situaciones. No me saldo de ellas ni por ti ni por nadie. Soy lo que soy. Lo que ves. Me pagas y trabajo para ti. A partir de ahí. Mi vida me pertenece. Piénsalo.

-Podría ser diferente –niega él.




-Podría creer en tus promesas, abrazarme a ti y contaré mi triste historia, podría escucharte decir como me ayudarás a cambiar, como se solucionarán las cosas. Pero la realidad es que yo me iré a mi casa y seguiré con mi rutina, mis problemas y mis días. Y tú volverás a la tuya con tu mujer, tus hijos, tus nietos, tu negocio. No me interesa ninguna oferta. Imagina lo que desees. Soy Malena.

-Puedo averiguar de ti lo que quiera –sigue Alberto altivo-. Tengo dinero para ponerte un investigador privado y conocer hasta el último detalle de tu existencia. No es curiosidad. Es sólo que me gustaría que lo compartieras conmigo.

-Hazlo. Investígame –responde ella con esos pozos negros llenos de oscuridad.

Él queda parado en medio de la habitación sabiendo que ha llegado demasiado lejos. No sabe cómo arreglarlo. No sabe si quiero hacerlo. Sólo sabe que la mujer está más lejos que nunca. Y como si le leyera el pensamiento se acerca a él con sus cosas bajo el brazo. Lo besa ligeramente en los labios y sale de la habitación.

Todo sucede tan rápido que Alberto parpadea espantado. No ha sido consciente de que ella terminaba de vestirse mientras hablaban. Ha vuelto a escapar y presiente que encontrarla de nuevo será más difícil que las otras veces.

Malena tiene el don de desmontar su control. Su mundo queda hecho añicos a cada encuentro. Más para cuando lo recompone, su necesidad de ella se ha vuelto inmensurable. La necesita. Pero ella a él, no. Aunque le necesitara jamás se lo pediría.



¿Qué le está pasando?

Quizás es sólo la edad. Demasiados años, mucho trabajo, poco cariño, insatisfacción, cansancio…
 Un cóctel explosivo.



Camino del olvido
La maldición de encontrarte
El lamento de pensarte
La mala suerte de no soñarte



jueves, 16 de junio de 2016

CARTAS A ROMA IX.- EL MISTERIO



Querido amor:



Nuestra adorada Savia sigue en este mundo.

Sé que es lo que más te preocupa.

Te conozco lo suficiente, como para saber cuánto estarás sufriendo.

La angustia ante el temor de perderla.

Y una vez más, no estoy.

Sigo ausente..



En cuanto recibí tu carta abandoné mis tareas y me vine galopando a la Hacienda.

Confío en mi gente como para saber que estaría bien cuidada.

Pero no podía soportar la idea de que la salvé de la muerte para entregársela a unas fiebres desconocidos.



Cuando la veo tan apagada, tan consumida y falta de energía no puedo entenderlo 

Me causa desazón y dolor.



Me conoces

No soporto la impotencia.

Estar inactivo

Cruzarme de brazos a admirar amaneceres.

Orar a esos dioses a los que veneráis, unos u otros, de unas formas u otras.

¿Dónde están los Dioses cuando los hombres sufren?





He oído a sirios, galos, tracios, romanos, griegos, cristianos, fenicios...

Cada uno asegura que su Dios, o Dioses, es único y verdadero.



! Que cansado estoy amor!

Como desearía perderme en tu tranquila sonrisa, escuchar tus palabras de consuelo, sentir tus labios.



Marcho de nuevo a Roma.

Me encomiendan otra misión.

Otro lugar por defender.

Defender este imperio y mantener seguras a las gentes que como tú, queréis vivir en paz, no es tarea fácil.

Necesitamos sacrificio, y si, sangre.

Mucha sangre.

Demasiada sangre.



¿Un soldado nace o se hace?

¿Recuerdas?

Uno de nuestro numerosos debates.



Interminables horas llenas de palabras, risas, enojos, muecas, donde acabábamos cada uno más apegado a sus convicciones matizadas por el fluir del pensamiento del otro.




No soy el mismo, desde que te hallé y me hablaste de dualidad.

No creo que seas la misma, desde que me hallaste y te hablé de realidad

De supervivencia.

Tú misma tuviste que reconocer alguna vez que el hombre escoge su destino.

Por maldito que sea.

Tus espíritus no guían.

Y mis muertos…

Ahí están.

Bajo tierra, quemados o devorados por las alimañas.

No me habitan.

No me despiertan por las noches.



Puedo irte decir:

-Afortunado tú que puedes escoger no pensar.



Olvidas espartana que yo no escojo.

Me niego.

No quiero.



No te preguntes porqué lo hago.

Así soy.

Amas al hombre equivocado.

Nunca me permitiré hacerte una promesa ni dormir en tu lecho, pues, por mucho que digas, te fallaría de nuevo.

Pasaría ante ti por mi gloria y la del Imperio

Dejaría atrás una buena Mujer.

La Mujer a la que amo

Y te destrozaría aún más con ello.





Eres libre, Ylena, mi amada.



Dejo en buenas manos a nuestra amiga.

En cuanto abrió los ojos, empezó a quejarse de que aún tenga esclavos.



Le hubiera explicado que todos mis esclavos son libres de irse cuando quieran.

De hecho, muchos han marchado.

Los que quieren quedarse, conservan una apariencia de esclavitud para mantener apariencias, pero viven como hombres y mujeres libres.

Deciden su destino.



Su lengua afilada hiere pero es imposible no quererla.

No admirarla.

Cuídala. 

Es joven y valiente.

Tiene el brío y la resistencia de miles de mujeres.

Juntas formáis un Todo.

Tú la sabiduría, la feminidad, el equilibrio.

Ella la pasión, la tormenta, la supervivencia.





Soy un hombre con un corazón muy dividido.

Sólo tú sabes que soy un pobre hombre empeñado en seguir mi propia guerra.

Cuéntale.

No por buscar su perdón o entendimiento.

No me dará ninguna de las dos cosas.

Sino porqué es justo que lo sepa.

Y si de algo entiendo es de justicia

No divina, precisamente.

La justicia injusta de los necios que andamos deambulando este loco mundo.

Los pocos que aún nos empeñamos en creer en el honor y la gloria.







No puedo extrañarte

No tengo derecho

Así que sólo digo…

Te recuerdo




jueves, 9 de junio de 2016

MALENA 1.- LA HABITACIÓN DEL DESEO



-¿Tomarías un café conmigo?

Malena deja de vestirse y mira a Alberto pensativa.


-Sabes que no –responde automática.

-Siempre lo intento –contesta él fingiendo indiferencia.

Se siente incómodo con el escrutinio de la mujer. 
Evaluado.





Levanta una ceja invitándola a hablar. 
Ella sigue vistiéndose mirándole sagaz. 
Él la apresura con los gestos de sus manos. 
Quiere romper ese disgusto que siente.

Malena se sienta en la cama para ponerse las medias.
Se masajea despistada la punta del pie izquierdo. Permanece inmóvil unos momentos, como perdida en sus pensamientos. 

Alberto la observa codicioso. Intuye que debió de ser bailarina o quizás aún lo sea. 
La forma esbelta de su cuerpo y su elasticidad parecen indicarlo. 
Es la gracia, la elegancia con la que camina, como si siempre estuviera danzando y se desplazara por el espacio.



La mira con renovado deseo. 
Su pose descuidada le excita más que toda la seducción que ha despegado en su honor una hora antes.

Nunca se lo diría, pero se siente conmovido cuando la ve vestirse y prepararse para marchar. 
Mucho más, que cuando se desnuda lentamente y clava sus feroces ojos negros en sus pupilas.
 Entonces se siente ligeramente intimidado, dominado por sus instintos más primarios. 
Siguiendo los pasos que ella marca.





Hubo un tiempo en que no era así. 
Era él quien decidía, quien pedía, quien mandaba. 
Pero esa mujer silenciosa, se le ha ido deslizando por la piel hasta anular su voluntad. 
Es una provocadora.
 Sabe desatar la sed, saciarla poco a poco. 
Es su terreno.



Esa habitación es su cárcel y su paraíso.




Suspiramos por un espacio vacío
¿Me regalas un hueco en tu piel?
Llena esta habitación con tu deseo renovado
Sólo quizás entonces te hable...




jueves, 2 de junio de 2016

CARTAS A ROMA VIII.- AMOR

Mi querido amor:

La vida está llena de sorpresas.
Fue una sorpresa conocerte.
Lo fue, enamorarme de ti.
Lo fue para ti, escuchar mi declaración de amor en nuestro primer encuentro.
Te sorprendiste cuando prometí, sin que me lo pidieras, que te amaría por siempre.
Por siempre, es una sorpresa para ambos.


Tú no crees en Dioses ni en vidas eternas.
No hay almas ni espíritus.
No hay sentimientos que perduren anclados al corazón, pues el corazón sólo es un órgano que puede atravesarse con un arma o pararse mientras duermes. 
Y todo acaba. 
La vida se detiene.
 Volvemos al polvo.
 A la nada.


Será una sorpresa para ti, que yo, tu espartana, te escriba.
Tú que con tanto esmero pediste a la tracia que te informara de si sigo respirando.
Tú que lees esas cartas con atención y recibes de ella todos sus reproches y resentimiento, sin quejas ni argumentos.
Tú que recibes el cariño, que pese a todo, sabes que te procesa, como el hombre sediento que eres.
 El que nunca miras y nunca reconocerás.



Y si.
Te escribo. 
Solo por una razón.
Porqué ella no puede hacerlo.

La muerte a la que tanto veneras anda rondándola y ni mis hierbas, ni mis hechizos  ni mis oraciones, parecen poder devolverle la salud.

Te confieso amor que estoy desesperada.
Te confieso que me asusta ser la culpable de esas fiebres que no consigo bajar, pues el resentimiento que siente es por mi soledad y lo que ella cree, tu abandono.
Debí explicarle antes porqué estamos separados.

Te confieso que temo perderla.
No me consuela saber que su espíritu me seguirá durante mi estancia en esta Tierra sangrienta y marchita que estáis dejando con tanta guerra, odio y lágrimas.

Te confieso que estoy cansada de tanto dolor, pena, aflicción.
Te confieso que cada día sonrío y que esa fuerza que nace de algún lugar al que ni yo se ponerle nombre, me hace levantarme
Seguir luchando.

Así que supongo que tenias razón en muchos de tus racionados análisis.
Soy quien soy.



Soy una guerrera cansada
Combato.
En este combate tú tienes mejores medios.

No te pediría para mi. 
Bien sabes, que antes me dejaré morir que rogarte nada que necesite de ti.
Ni siquiera necesito tu amor.

Pero si tú medico.
Él que una vez salvo la vida de mi querida amiga, Savia, la tracia.

Cuando la sacaste de aquel burdel, fue tu médico y su ciencia quien consiguió devolverle el aliento. 
Por ello, he decido arriesgarme y mandarla a tu hacienda, con cuatro de los mejores hombres que ha preparado Montaña, un gladiador retirado que entrena a los pocos voluntarios que tenemos, para vigilar los pocos bienes que juntamos.

Te ruego que hagas cuanto puedas por ella, que no tengas en cuenta las muchas palabras despectivas que imagino te ha escrito.

Su amor hacia mi a veces le hace ser más osada de lo que debiera. 
Su lealtad la honra tanto como la exalta.

Y ¿que quieres que te diga?
Adoro su carácter. 
Esa falta de contención que hace que el agua brote de su interior y salga en palabras que  dicen la verdad. 

Sabes que te dejo un trozo de mi corazón. 
Devuélvela a mi lado con ese brillo travieso que tiene es sus ojos claros. 
Esos ojos tan parecidos a los tuyos, adorados en mis sueños.

De mi, poco tengo que decirte, salvo los "estoy bien" con los que nos hemos comunicado el último año.



Ojalá esta carta te llegue.
Es tan poco lo que pido, que sólo quiero saber que vives.

Prometo a cambio, que cuando Savia vuelva y se recupere, le explicaré la razón de tu ausencia y nuestra 
historia o falta de historia

Lo haré con justicia.
Sin que interfieran mis sentimientos.

E intentaré que comprenda que debemos respetar tus deseos, estemos o no conformes.
Es tu  voluntad.
Sea pues.



Si que me entrenaste
Aún así, duele tu ausencia
Mantente vivo